En agosto de 1928, el expresidente Julio Acosta
(1920-1924) impartió una conferencia ante la Sociedad Teosófica. Manifestó
entonces que las mujeres estaban llamadas a contribuir a la vida nacional, al
poner “algo o mucho de su alma en el desarrollo cívico y social de los pueblos
[...]. ¿Quién más apta para dominar las pasiones masculinas, para restaurar el
principio de autoridad, para calmar las fiebres de la plaza pública? ¿Quién más
adecuada que ella para indicar caminos de conciliación y de concordia entre
individuos o naciones, para dulcificar las relaciones sociales, para aplacar a
los violentos y a los iracundos? ¿Quién más persuasiva que ella para curar a
los enfermos, para aconsejar a los criminales, para refrenar a los viciosos,
para lavar a los impuros, para adoctrinar a los párvulos? ¿Quién más honrada
que ella para manejar los fondos públicos y particulares, para despachar en las
oficinas, para crear y sostener obras de beneficencia y para embellecer las
ciudades?”.
¿Por qué la mujer podía contribuir en esa forma? De
acuerdo con Acosta, la respuesta se encontraba en “su latente maternidad, que
la impregna toda, aguza su inteligencia, redobla su actividad y la impulsa a
fomentar la dicha del mundo, porque en sus sueños imagina que todos los hombres
son sus hijos, que toda la humanidad es su familia; porque el mandato de Dios
la fortalece y diviniza; porque ella sabe que lleva en su seno el secreto
eterno de la vida”.
El culto a la "diosa madre" se remonta en el
tiempo hasta la antigüedad. Las primeras culturas en rendir homenaje a las
madres fueron las politeístas, que adoraban a las divinidades femeninas
asociadas a la fertilidad y celebraban sus fiestas cuando el invierno daba paso
al periodo próspero de la primavera.
La "diosa madre" primitiva solía estar asociada
a la "madre tierra", que era una deidad de fertilidad. Desde la
prehistoria se encuentran testimonios de la importancia que tuvo la maternidad
y la fertilidad en las representaciones femeninas de Venus. Más tarde, las
culturas sumeria, mesopotámica, griega, romana, celta, nórdica, hindú,
mesoamericana y cristiana... también rindieron culto a este tipo de
divinidades.
En la cultura occidental, La celebración más antigua del
Día de la Madre es mitológica. Empezó en la Grecia antigua, por las
festividades en honor a Rhea, la madre de los Dioses Júpiter, Neptuno y Plutón.,
madre de Zeus, parecen ser el antecedente más claro del Día de la Madre. Con
los romanos, la diosa Cibeles también tenía el equivalente de esta celebración,
que se realizaba el 15 de marzo. En estos actos se hacían ofrendas a la diosa
en su templo.
A principios del siglo XVII Inglaterra empezó a dedicar
el cuarto domingo de la Cuaresma a todas las madres operarias. En este día
ellas eran dispensadas de sus trabajos para que pudiesen quedar en casa con sus
hijos y sus madres. En este día denominado 'Domingo de Servir a la Madre', se
celebraba con la preparación de una tarta.
La madre del Día de la Madre
En los Estados Unidos, la primera sugerencia a la
creación del Día de la Madre ocurrió por el siglo XIX, cuando la escritora
Julia Ward Howe organizó en Boston un encuentro de madres dedicado a la paz. A
partir de ahí, la lucha por honrar a las madres la tomó Anna Jarvis, a
principios del siglo XX, en una pequeña ciudad del Estado de Virginia
Occidental.
Acompañada por un grupo de amigas, Anna empezó un
movimiento para instituir un día en que todos los niños pudiesen homenajear a
sus madres.
Esa lucha la ayudó a salir de una profunda depresión
debido al fallecimiento de su madre, y en poco tiempo la celebración se alastró
por todo el país haciendo con que el Presidente Wilson oficializara el Día de
Madre como día de fiesta nacional, siendo celebrado todos los segundos domingos
del mes de mayo.
Con el tiempo, otros muchos países, de distintas partes
del mundo, se fueron sumando a la celebración. La idea principal de Anna Javis
era fortalecer los lazos familiares y el respeto por los padres. Un sueño
realizado.
Pero con el tiempo, la celebración fue perdiendo el
sentido para ella. La popularidad de la fiesta hizo con que la fecha se
convirtiera en un día lucrativo para comerciantes, principalmente para los que
vendían claveles blancos, la flor que simboliza a la maternidad.
Anna Javis, que pasó prácticamente toda su vida luchando
para que las personas reconociesen la importancia y el valor de las madres,
entró con un proceso para anular el Día de la Madre, pero no tuvo éxito. "No
crie el día de la madre para tener lucro", dijo furiosa a un reportero, en
1923.
Murió en 1948, a los 84 años de edad. Recibió tarjetas
conmemorativas de todo el mundo durante años, pero no llegó a sentir lo que era
ser Madre.
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